miércoles, 30 de enero de 2019

La razón

Su cabeza empezó a tener autonomía. Tenía sueños extraños donde aparecían entremezclados personajes andróginos y cantantes.  Y canciones fragmentadas que él iba editando con su cabeza con cierta conciencia de lo que hacía. Ahí podía controlarlas y ecualizarlas. Se despertaba y buscaba el significado de esas pinceladas del inconsciente que se le presentaban en un imaginario palpable a su almohada humedecida. Se empezó a dar cuenta que habían malos augurios para el futuro. Que habrían grandes pérdidas en su vida como en una lectura de la borra de café.
Empezó a desconfiar cuando se enteró que todo lo que creía que le parecía original no le correspondía más y se volvieron ajenas, que estaban autografiadas por otros. Cada equívoco en sus acciones lo volvían tartamudo y arrastraba las palabras para que no salgan esas expresiones indeseadas. Más para él que para su entorno. Lo que le causaba más gracia a los demás eran esos movimientos espasmódicos y exagerados que hacía sin poder meditarlos. Se dio cuenta que su cuerpo ya no le pertenecía fuera de las horas de sueño. Se acartonaron sus modales. Y escapó a todos los compromisos que se presentaban de forma espontánea. Necesitaba ensayarlas sin que le sudaran las manos. El miedo lo abrazaba como un koala en su espalda.
¿Qué estará por perder esta vez? Algo lo está esperando a la vuelta de la esquina.

My Sweet Lord by George Harrison