jueves, 25 de octubre de 2018

Mi posverdad II

Hay algo que pasó con esta entidad virtual es que me di cuenta que perdí mucho espacio mental y físíco, más psicológico que años de vida haciendo lo que realmente me gustaba hacer. Me aislé del mundo. Perdí mucho el norte del tiempo que demanda hacer las cosas y mi entusiasmo actual está mediado por un cristal roto encontrado en una playa. Un ego mal resuelto. Perdí muchas amistades en una puja que pasa desde lo político a lo artístico.
Los planes se disgregaronn.  Desde la mañana hasta la noche. Y empiezo todo de nuevo. No era así. Me mata la ansiedad medida por una vara muy alta de exigencia que cada vez se presenta como una ilusión virtual. Perdí mi confianza. No logré reinsertarme. Tengo mucho trabajo que no está cuantizado como antes. Está mediado por un tiempo que cada vez más me interpela y los proyectos que uno planifica van cayendo como bombardeos de situaciones que uno no domina y todo lo que estaba programado para hacerse este año ya no los puedo corregir. Un caos de información estática. Este año me metí por lo menos en tres proyectos y todos estos naufragaron. Tiempo y presupuestos. Pero sé que por lo menos lo intenté y no me quedé abrazando a mi gata en la oscuridad de la noche tratando de conciliar el sueño entre pensamientos repetitivos. Como pasaba antes mientras escuchaba voces que me hablaban desde la radio y la comentarista de Twitter. Nadie detuvo esa situación y supo decirme que fue un error de interpretación de la realidad ante tanta soledad. La terapia colaboró para que el rumeo se deje mover en la escritura para dragar esos momentos de batallas por las noches. Con el miedo presente de un texto desnudo de figuras.
Es horripilante pensar que lamentarse desde la escritura ahora está mal visto. Y que se te caguen de risa. Así lo percibo. Muchos de los que conozco se victimizan y participaron de ser victimarios de un silencio artificial o dada para una sugestión entrenada. No esperes nada de nadie como una premisa que con el paso del tiempo se fue afirmando.
Hay personas que decidieron separarse de mi propia cabeza como mala influencia y se vuelve doloroso olvidarse entre lo real e imaginario. Como cuando empezás a pensar que estás siendo leído por algoritmos de Internet. Un reclamo que salta a otros momentos del año como respuesta desde países que uno ignora. Para que lo pienses. Eso creo.
Las fiestas en las que dejaste de participar en comunión aunque no supieses bailar y te negaste al ridículo. Ser consciente de tus limitaciones actuales. Un arrepentido de un diario de viaje que ve el mundo pasar. Detrás de un vidrio de un café que dejó de ser detrás de una pantalla. Aunque se vea en un mundo hostil se pierde entre la multitud. Lo que ahora se mira y se dejó de contar como un relato.
Hace siete años. Qué lo parió, ¡Esos problemas ya tienen hijos!

Signos de Soda Stereo en vivo en El Último Concierto.

miércoles, 17 de octubre de 2018

sábado, 6 de octubre de 2018

En una fiesta

A lo que fue la historia anterior que puse como un enigmático sobre una obra de teatro que me gustó, en algún momento de mi vida sentí que habían otras obras que me hablaban a mí o decían cosas que se relacionaban con publicaciones que hice en estos 20 años. Un ombligo muy grande, digamos. Una historia de Charlie Kaufman. Sin marihuana. Escribo o intento hacerlo desde antes de Reykjavik, desde mediados del 2000 y antes también en mis cuadernos y agendas adolescentes.
Algunas cosas las retuve y se amalgamaron en ese blog que está cerrado como parte de un ciclo de mi vida. Antes hacía jugarretas con la muerte en cada episodio como una especie de burla existencialista suicida mezclado con South Park (moría en cada episodio) y ahora estoy presentándome como un homosexual sufrido con hiperrealismo. Téngame lástima, señor lector. Estoy con menos maquillajes que antes. Ciertos momentos de ese afán de escribir en ese blog fue un lost weekend, en palabras de Calamaro.
Sentí que esas obras de teatro que no tenían autores específicos pero sí en una seguidilla de actuaciones veía cuando salía un zapatazo desde adentro de la obra para romper ese cristal imaginario de la cuarta pared. Y me zambullía en un mundo paranoico. Como me pasó con Helen, Jere y los niños. Es alcohólico. Estás quemado. Está muy oscuro. Mirá quién vino. Los que difunden teatro. Es Code, como el perfume. Fraseos y errores en los pliegues de los textos en  el tono de la acción como misiles teledirigidos a mi mente. Alguien se rió entre el público que me dio escalofríos como Edgar Allan Poe. Y rumié mucho, mucho hasta clavarme las bielas. Quedé como un televisor desintonizado y con los controles de los ecualizadores de emociones falseados.
Aunque sé que me pasó también con obras de amigos míos, incluso algunos textos de cuentos  que hacían referencias directas a mi nombre en 2011. Pero llamarse Pablo en todos lados cuando tu nombre es otro lo dejaría para las sesiones de un psiquiatra. O hubo un fuego amigo.
Me pasó a mí cuando actué para una única función que señalé a un amigo en la platea de Andamio 90' y hablaba de los locos. Después de la función mi amigo me dijo que sintió que le decía las cosas a él. Habían 40 espectadores. No soy una estrella ni fugazetta, ¿Casualidad?
Hace dos meses que no voy al teatro ni tampoco tengo el deseo. Después de Próximo de Claudio Tolcachir hubo un presente paralelo que se rompió frente a mí. Me puse los anteojos por él.

One by U2 live in Sydney. ZOO TV Tour