martes, 15 de enero de 2019

Bacardí (El resplandor)

Por cuestiones económicas estoy tomando vacaciones en Buenos Aires. No es que no me alcance, sabiendo que fumo cigarrillos que son muy caros para el costo de vida del argentino medio. Quizá esté proyectando algo, aún sin definir. Las últimos viajes sin compañía fueron muy caóticos. Primero en Las Grutas con todos los robos y los violines en el aire. Después en Mar del Plata vivía en el hotel bebiendo y conectado a Internet. Caminaba mucho pero es una ciudad que me trae cierta melancolía por lo que no se vuelve atrás. "Me dolían los pieses". Como un ejercicio de memoria emotiva.
Me pasa cuando voy a los espacios teatrales. Los sueños recurrentes. No quiero hablar de la escuelita porque sino se les sube la espuma de la cerveza a la cabeza como la rabia y es algo que ya pasó. Vuelvo de nuevo al tango como un perro arrepentido. Son los mismos que te violaron el cerebro pero después te dicen en un video testimonial: "Mirá cómo me pongo". Alguien abusó del poder académico en su escuela y nadie se detuvo a decir. "Che, creo que se están zarpando". Se cagaban de risa por detrás. Te sacaban la ropa para los ensayos y para la muestra te vestían. Me tenían de punto. "Algo veo". Lo piojoso que no pudieron sacar. Hasta un psicólogo testigo del maltrato se dio cuenta. Que la herida narcisista era muy grande. La cicatriz. "Está chica se va a recibir de harpía".  Ellos saben la responsabilidad que tiene un profesor de teatro con la psiquis de sus alumnos. Te pueden arruinar la vida. Sé que el problema fue más personal que viniendo de la escuela en sí, y sin embargo,  siempre la recomiendo. Como un síndrome de Estocolmo. Me acomodaron mucho la biblioteca.  Para que no se sientan más culpables: igual sé que vivía en pedo y caía hecho un desastre a las clases. Y de buenito no tengo nada. Todos los día me ponía de cervezas. El sodero toca siempre a las 9. Con el paso del tiempo y antes de conocerlos aprendí que la historia la escriben los ganadores. Y pueblan aulas como la cultura de lo dominante, no como lo emergente en las parábolas de Raymond Williams. La fábrica de Boedo. E incluso en tiempos del macrismo. In it for the Money. Como yo.
Ahora a los 40 trato de seguir adelante. No puedo quedarme en el lugar de que fui víctima de todo alguna vez. También soy mi tirano-saurio en mis propios sueños. Y el progresismo no está en mis vigilias. Los estoy mirando. Mi parte conservadora está encontrando otros lugares de mis subtextos. Mi conciencia de machista. Y sin caer en el lugar relamido. Las preocupaciones son otras.
En estas vacaciones armé mi habitación como si fuese un pequeño trailer. Donde están mis comodidades y mis pasiones. Tengo muchos libros y cuadernos sin usar. Otras nuevas manías. Mis películas. Los teclados, pedales de efectos, el bajo, mis cajas de ritmos, la consola. Mis guitarras. Las estoy probando. Cuando me reencuentro con mi guitarra acústica de cuerdas de acero me recuerda a mis momentos de mayor inestabilidad emocional. Las psicotización de las cosas. La afino y al ratito la tercera cuerda, Sol, se va de tono. No tengo el oído absoluto. Necesita calibrarse con un luthier. Está muy abandonada.

¿Habré aprendido a perder?

Toma la Ruta de Soda Stereo

PD: "Cuidado, Sandro que podés perder la cabeza"