sábado, 30 de noviembre de 2019

Relato de un tibio I

Hola,  soy Naza. Nadie sabe que soy azzí. Me sesean las cosas. Cómo le cuento a Ricardo lo que me pasa con él. Las cosas que se inventaron alrededor de él. Y que yo participé para que siga el curso de las cosas. Ricardo debe estar enojado. Lo sé, por eso no me aparezco entre sus cosas.
Lo que puede hacernos avergonzar hoy alimenta las listas de libros para vender. Lo heteronormativo. Ahora me parece raro ver parejas de enamorados acariciando sus labios en los medios de transporte.
Hoy me puse el pañuelo verde. Orwell nos dijo algo así al final. ¿O, no?
Todo sea para quedar bien con el otro. Después a la noche con la familia pienso otra cosa. Entre los bocados rumeo cómo me iría de casa lo antes posible. Pero los lectores vieron que podés estar en menos de un minuto en la guardia de un hospital público babéandote en una sala de espera por un dolor en el pecho que se repite día a día. Fueron los años de chupandinga y que se acaba todo después del domingo.
Antes había ofertas. Antes, sí. Ahora hay que pagar lo que corresponde. Antes 3x2 ahora es 120x120. Y sí, necesitan redituar por todo lo que vos pelotudeás en las redes sociales. Alguien tiene que trabajar. Fachone, fachone nos tocó en el reparto de ideologías. Y bueno, es lo que nos tocó,
¿Les conté que hice un viaje espiritual en Bolivia hace muchos años?

Want by The Cure

PD: Nos volvimos arrugando