viernes, 20 de mayo de 2016

Ojalá estuviese de perillas.

No podemos ser ajenos a las redes sociales y a los recuerdos. Ahora, sin editores mediados, cosas que nos memorizan, nos explotan como granadas. Un posteo, editado y equilibrado, nos cuentan los estados de ánimo que quizá realmente estuvimos.
Hubo un tiempo que desafiaba a una pared. Como Leo García. Ahora nos amoldamos a una posición, supuestamente política, como cierta libertad neopopulista de mercado. Pasa todo lo contrario. Si esta tilde está bien. Si esta coma está bien. Muchos síes que nos salen. Sin chiste como payaso de turno.
En el teatro aprendí muchas cosas. Creo que si no fuese por esa puerta abierta hoy no estaría escribiendo. No por lo autorreferencial del texto, sino que estoy aprendiendo a soportar un poco mejor la vida. Disfrutarla es una cuestión de principios y tiempos. Cada vez que veo a un artista callejero, en sus ropas y su espíritu de juventud, más allá de la producción que logran, me sacan los accesorios tecnológicos. Me quitan los auriculares del Peter Pan. Con el papel picado en el piso como lágrimas.
Hay mucha gente que apuesta por eso. De sostenerse y se mantienen entre sí como una cofradía. La paranoia mediática te pide que le pongas una cana más tuya por un auto de colección. Aunque no tenga aire acondicionado. Aunque no se consigan los repuestos. Aunque por un status sea.
Cada vez que pienso en función de qué escribo qué se me caen los mechones por la casa. Las noches centrifugadas por un despertador. Suena, pero no lo escuchás. ¿Lo apagaste o se apagó solo?
Una obra que no vi. Unos amigos que se callaron con el paso del tiempo. Una pared llena de humedad que nos acompaña por cada lugar que nos mudamos. Creo que hoy, más que nunca, un deseo será por disfrutar. Todos esos momentos.

E