lunes, 27 de julio de 2020

Casa Brandon (Condescendencia Mix)

Empecé a leer nuevamente Cortázar.
La edición de Cuentos Completos de Alfaguara
Lo había dejado en La estación de la mano.
Mirá vos.
Igual, empecé de nuevo.
Releí el prólogo de Vargas Llosa.
Y habré leído tres cuentos.
El hijo del vampiro, Las manos que crecen y Llama el teléfono, Delia.

Raro leerlo de nuevo.
No estaba habituado a hacerlo.
Aira me mostró que leo y me olvido.
Volví ante la falta de mi inspiración.
Se me agotaron las localidades.
Perdí la ilación para generar un relato más ajeno a un anecdotario.
No hay escapatoria de lo personal cuando escribo algo.
Está el efecto Piglia girando.
La literatura del yo, cada vez más presente.
Y la pandemia me tiene encerrado el cielo.
Cuando estaba con el islandés había una pulsión por mostrar.
Por debajo había otra máscara sobre la máscara de sal.
Como el sudor.

Pipo Mancera tenía razón.
Hay otras demandas para relanzar toda osadía loca.
Loca, loca, loca.

Busqué esa inspiración inicial.
Julio es como un autor que consumía la pareja de alguien que solía conocer.
De ahí devino mi stalker, sin darme cuenta.
Pisces Iscariot.
Se repitió en La Boca, gil.
El vampito que salía de noche.
Y el crecimiento de la soledad.
Tocando la guitarra.
Llenando la heladera para no salir.
Con todas las películas que se fueron archivando.
La terapia que insinuaban cada vez más Wachowski.
El aro de Simmons.
Y los cuerpos del verano en Amérika.
El problema de la búsqueda de la verdad.
Le puse mucha granadina a esto.

Un pobre tipo.
Si lo mirás desde afuera.
Ahora anochece mucho más temprano.
Me estoy repitiendo,
Meee estoy repeeeetieeeendooooo
en el sillón.

El Secreto de Leo García

PD: No sé si llegaré hasta Un tal Lucas.