sábado, 23 de marzo de 2019

¡Oh capitán, mi capitán! (De Rusia con Nochelín Mix)

Canciones que nos atravesaron cuando iba a las marchas. Solo te llamaba para... no me acuerdo. Ahora soy como el ángel rubio y de un juego eléctrico para ciertos lugares. Porque no puedo correr para permanecer en esa mesa. No tengo swing. Estoy del otro lado de la frontera. Al lado de otro camino. Soy un espía como en la película La Vida de los Otros. No tengo argumentos para estar. Cuando entré y me fui sin saludar. Me sacaron de raíz. Me cortaron los hilos de mis marionetas de Malkovich. Me quedé sin balas del cañón. Y cancelé reservas, cursos y citas. A veces siento caminar las marchas de la memoria con mis pantalones de vinilo mental como en un sendero donde no crecen más las plantas a mi paso y que no se bifurcan más. Como una muerte que recorre las ruinas que cometió y siento remordimientos de un mal sueño. La vergüenza del amor que es ciego, la siento cuando tomo el colectivo 5. Y hacemos la venia que hizo Bowie en la tapa de Héroes cada vez que paso por la puerta de la boutique.
Las arboledas que perdí en el recorrido. Los sueños que me han motivado para contar y confiar en la forma de la ambición sin lecturas. Fantasmalmente aparecen aunque sean recuerdos del pasado. Lo poco que recorrí encontré patrones similares que me hacen escapar. Las pociones que tomé para tomar confianza. Y salieron impulsos horribles. Un Iripino creado por Stevenson. Lo lamentable es que del ridículo no se vuelve más. Como mi novia fugitiva interior. Sin bíceps.
El horno estaba apagado y se fue apagando cada vez más. Metimos cosas a las escondidas y acumulamos elucubraciones que transitamos sin cucarachas. Sabemos que estamos en una amnistía hasta mediados del sol de abril. Como una burbuja en el tiempo. Para bucear otra vez en silencio.
Sé que se me subió mucho el chimichurri. Lo siento cada vez que veo un caballo en la puerta y soy peligroso porque no sé lo que quiero. Y pedir disculpas ya no son suficientes, aún con mi Cobain. Por arrastrado. La escritura me desnuda cada vez más que antes sin el maquillaje que le ponía antes. Aunque te vea esta noches sin besos. Y me negué a ponerme las medias incluso con tantos chuchos del frío que hay en mí día a día. La influencia no la niego después de la chapa que se voló en los caminos a Mandalay.
Barro tal vez, mañana. Tengo hojas que llegaron hasta la habitación.

Tormento de Babasónicos.