viernes, 28 de septiembre de 2018

Como un café triste

La sal tiene otros espíritus y sabores ahora. Lo percibo desde una burbuja que se le pasó el tiempo y no tiene gases para explotar. En algún momento hubo como una fantasía se que se alimentaba de una obra de teatro que luego de dos temporadas nunca más volvió a estar en cartel. Como la máquina de Zoltar en Quisiera Ser Grande. Funcionaba sin enchufar y a los golpes.
Me inspiraron varias cosas que giraban alrededor de esa obra. Una dualidad de una guerra fría imaginaria que no se cuestionaba allá atrás con figuras desde los colores, los mapas y las manchas que se iban poblando como papel picado que se te pegaba entre las comisuras de la boca en un trencito de un carnaval carioca. Dentro de otra fiesta donde nadie baila como si fuese un virus que no se detendrá.
La llegué a ver varias veces y vi versiones distintas, con finales matizados. En la última función de despedida volvió a una transformación mitológica de las cosas. Como había sido la obra sin guiños. Con el trailer elegido por el público incorporado a las escenas.  Los rizomas cerraban con los invitados. Una actriz embarazada se camuflaba con la cara vendada. Me confundí el audio de ciertas palabras. Helen o Jere y los niños. Y lo no consumado pese a lo que se unía desde un principio. Y el aire acondicionado movía las paletas. Un aire bien frío invadía la espuma del mar rabioso en silencio desde un horizonte a oscuras. Cuando te quedás afuera del otro lado con la fisura. En la escena del crimen. Quedaron las estrellas.
Esas confusiones me plagaron de diálogos generados por la propía soledad y tratamos de ponerle los clavos a esos andamios del silencio que se caen todos los fines de semana como ruleros en una peluquería. Porrones y cuentas nuevas. Un Sísifo bien frío y posmoderno.
Ahora tenemos hijos con los que lidiar, el existencialismo se arrastra en otro plano. De muerte a lo que nos queda en la billetera a fin de mes. Sin la bolsa del supermercado. Mi locura lúcida.
La sal también nos llevó al ardor e hipertensión. Desde ese gusto bien amarronado. Aunque suene como ironía o el sabor metálico de una bebida light. Hago lo que puedo.

Sal de Gustavo Cerati.