viernes, 3 de octubre de 2014

A veces no sale a tu manera

Sonó el teléfono. Vivías cerca de casa y viniste caminando. Estábamos a pocas cuadras. Fui a un par de reuniones para los talleres de la radio y el Gordo buena onda que nos hizo esos espumantes tragos en el patio de tu casa. Esa risa no me la olvido. Nunca supe de dónde venía ese sabor. Salió de cuento.
Sonó el timbre y bajé. Nos dimos un beso. Como todo estudiante de Comunicación Social, de cartón. Llevabas el morral con los apuntes todos machacados con el trajín de haberlos remado. Subimos por el ascensor a las risas. Siempre las risas y esos dientes que se te salían de las encías. Mentira. Siempre exageré. Me contaste de llevabas a tu hermanita que iba a gimnasia abajo de la autopista. Llegamos al departamento.
Nos pusimos a boludear con lo que pasaba. Con Alejandro que se pasó a Martini, de tu miedo al naranja cumbianchero que te sacó llorando de la facultad, el sudor a contrarreloj por el documental, y mucho más que de vos sin poder dormir. No sabía qué decir. Siempre me quedé en silencio como un analista que espera un salto del diván. Puse el Winamp. Me diste el dvd de Catupecu. Me lo guardé para verlo.
No teníamos ganas de estudiar. Se notaba. Puse un tema de U2 y me puse a cantar como un gil. Una ópera nos dejó con la piel llena de escamas para una canción de Juan Luis Guerra. No teníamos ganas de estudiar.Te pusiste a revisar los dvd truchos que tenía. Agarraste ese de la vida de Howard Stern. Private Parts.
¿Pedimos una pizza? te pregunté y me dijiste que sí. Tenía el imán de "Pizza Bum!" en la heladera. Mientras mirábamos la peli en penumbras íbamos comentando boludeces de los apuntes. Te hiciste amiga de Flavia, mi amiga colorada de la eterna campera verde, sin que yo te la recomendase. Hicieron buenas migas en la fotocopiadora. Llegó la pizza.
Comimos mientras Howard jugaba y hacía gárgaras de leche frente al micrófono. Nos reímos muchos con los carozos chupados en la caja de la pizza después de comer. Una escenografía muerta.  Alguna chica se puso en pelotas en el estudio. Risas, estupor, tensiones. Se cagaron a palos en la pantalla. Los dos estábamos sobre una cama improvisada en una alfombra de frazadas. Se acabó la película.
A esta hora nadie quería leer. Estaba todo oscuro y sólo nos iluminaba el televisor de 29 pulgadas. Nada fálico. Era de oferta. Nos quedamos charlando hasta tarde. No te quedaste a dormir porque tu vieja se preocupaba  Me conocía de haber visitado la casa de tus viejos pero soy un hombre. Soy inofensivo, te dije. Eran las dos de la mañana. Bajé y te acompañé hasta la parada del 127 que te dejaba a dos cuadras de tu casa. De la plaza Martín Fierro. Nos abrazamos y subiste. Me mandaste un mensaje de texto cuando llegaste.
Al día siguiente, los dos nos despertamos con una cagadera que no había Gatorade que nos saque de una noche en la que nunca me salió eso. Una frase que alguna vez me dijiste, Luz. La pizza nos hizo efecto.