viernes, 31 de enero de 2014

No te fisures.

Un carcelero daba rondas nocturnas por la penitenciaria. Ahí conoció a un preso  que silbaba y tarareaba desde sus adentros canciones antes de irse a dormir. El tipo no se sabía las letra porque no sabía inglés. Al Jolson le decía que era. De a poco el carcelero le fue poniéndo letras a esas melodías y fonemas. El preso empezó a repertir esas letras con entusiasmo. No habían instrumentos ni papel dónde escribirlo. El carcelero le consiguió una carbonilla. El preso agarró la pared de su celda y en vez de contar los días que pasaban empezó a escribir fuera de la vista de todos. Todas las noches escribía algo nuevo parado sobre el catre y escondía sabiamente la carbonilla debajo de la almohada. Algunas sin rimas las escribió y las dejó igual. Sin borrar. Solamente ellos dos sabían que sin la métrica igualmente se hacían preciosas.