viernes, 27 de julio de 2018

Los indios punks

Me ponen mal las peleas. Todo el mundo quiere tener la razón y se tiene que hacer todo lo que el otro quiere pensar, hacer, decir. Y uno también se pone las botas para una guerra. Para no confrontar, nos ponemos pasivos ante las cosas y empezás a rumear. Pasa el tiempo, acumulás ira y cuando te sale es espuma de un champagne de los campeones. Se te pudre el rancho y quedan todas las esquirlas desperdigadas por la habitación.
Y después se vuelve difícil volver al estado de reposo. Aunque te pongas a respirar profundamente, se te alteran todos los sentidos y resuenan ecos del error. Un golpe a nuestro narciso que nos supura con una grieta que se abre en la tierra reseca. Las escalinatas se ponen más empinadas. Te cuesta respirar y cuando llegás otra vez venimos con el tango. Por qué no me lo dijiste antes y todos esos lugares que pasaron por alto para complacer al festejante o compañero de andanzas. El camino se volvió de ripio.
Nos ofendemos fácilmente y las relaciones públicas con el tiempo hacen que nuestro corazón se endurezca. Es un ejercicio como las digitaciones en la guitarra. Te deja las yemas de los dedos duros ante las cuerdas de acero. Lo que nos hace perder cierta sensibilidad.
Hay que seguir adelante en parte aunque los rumores de los hombres imaginarios de nuestra mente nos digan lo contrario. Cuando te das cuenta que tu sonrisa perdió su espontaneidad y se vuelve máscara. Y cuando sale de verdad te tiembla la mandíbula como abstinencia a la felicidad. Cada vez más efímera.

Nothing in My Way by Keane