"No se trata de que tenga yo certezas, porque sería petulante de mi parte plantear eso. Lo que pasa es que, el nivel de confusión en nuestro país, de paranoia, y de la sensación de que todo se iba al diablo fue tan grande que era necesario, como músicos, refugiarnos en lo que mejor sabemos hacer. Y el planteo hacia afuera, en general, yo tiendo a ser más metafórico en mis letras, o sea, doy espacio a una cuestión imaginativa más que a una cuestión de crudeza real: en este caso, me pareció importante se lo más directo posible en cuanto a lo que estaba escribiendo. No importa si estoy hablando o no específicamente de algo social, porque eso no es lo que artísticamente me motiva necesariamente; para mi la mentira y la verdad son valores artísticos iguales. No encuentro que haya que ser necesariamente honesto en el arte; hay que ser honesto en la vida, es una cuestión de principios.
Uno como músico escribe algo que quiere transmitirle a la gente y lo interesante es que sea muy concreto aunque no necesariamente pasa por una cuestión social-lírica, sino para que sea lo menos recargado, lo más sutil y, fundamentalmente, lo menos sarcástico e hipócrita posible.
Por momentos las letras bajan una línea, no necesariamente social, pero sí en cuanto a una sensación individual. <<Harto del sarcasmo, sube el precio del silencio>>, es una respuesta a absorber ese reality mentiroso e irónico que propone la televisión. El sarcasmo, como instrumento posmoderno, ya no nos sirve".