viernes, 9 de agosto de 2013

Maicena

Me desperté sin tanto ruido. La casa estaba a oscuras. Sonaba el despertador del teléfono celular y tranquilo daba vueltas en la cama como un remolón. La gata entre las sábanas me daba un poco más de calor con los últimos fríos que van quedando de las siete de la mañana. No soñé nada que recuerde. Miro el despertador y no funcionaba. Me despabilé un poco, como sabía que no iba a llegar temprano me puse la misma ropa de ayer, me lavé la sabiola en la pileta del baño de servicio, que son de esas que se usan en los lavaderos antiguos y fui para la cocina a calentar el agua del desayuno. No había luz, estaba tranquilo igual. Y llegué a la cocina.

La llave de agua estaba abierta al mango y la mesada como la bacha hasta el tope de agua chorreaba. Cerré violentamente el grifo. Eran las ocho y cuarenta y cinco, me tenía que ir, había agua por toda la cocina y el garage de la casa. Todo inundado. Suddenly, bajó mi mamá a hacer lo mismo que yo, ver el disyuntor a ver si volvía la luz. Nada, saltaba al toque. Luz, apagón, intermitencias. ¡Agua, Dios, Agua!. Entre los dos tratamos de sacar los charcos que habían abajo de los artefactos eléctricos. Le pregunté si habían cortado el suministro anoche, me dijo que papá había bajado a las tres de la mañana a hacer pis. Mi viejo tiene demencia senil plus una aneurisma hace ya 26 años con ciertas secuelas que cada vez más se hacen notar y es adicto al café como a las palabras cruzadas. Vive en su mundo, hace cosas y se olvida. Me salió el Gasalla de adentro con un viejo de mierda disparado al aire pero la ligó mi mamá con el secador en la mano y saqué la pava del fuego porque ya no me tragaba el desayuno. Mi mochila se mojó y se habían empapado con el diario de ayer, recibos y los libros. El de Kartun, Pinter y Baumann. Mi mochila es como la del Superagente 86´, con cepillo de dientes explosivo llevo ahí. Rajé.

Tomé un taxi en la parada del colectivo. El tipo, un dominguero. Me salió ocho pesos más de lo habitual y encima iba por cualquier parte, es como que la bronca cada vez más me salía como espuma de mar revuelto. Hizo una escalera entre las calles Mexíco, Estados Unidos y Pavón. En la radio de la primera del dial hablaban de la veda electoral con humor. Ayer me había fumado la cacerolita de protesta que me aturdió la cena. Algas de mar por todos lados que te dan cosita en la entrepierna cuando viene una ola. Mala digestión. Todas las avenidas atestadas de coches.

Llegué a la estación de tren por Hornos. Al buscar el diario al puesto, me avisa el señor de tegobis que se lo habían llevado, siendo que estaba acordado que lo iba a buscar. Ya eran las nueve y treinta y cuatro. Me voy a buscar el Página. Leche ¡aaarg...vida! La oficina de Informes llena de papelitos con comprobantes de demora en las ventanillas, parece que todo estaba andando con retrasos. En la estación también. Llegué, improvisé un saludo con mi indisimulada cara de culo. Miriam me preguntó qué me pasaba, digo nada y le avisé del el examen de Excel que cursamos juntos. Ella me preguntó cómo me fue. Me salió el rabia y le dije, "Cheeeee miriam..." Todavía no lo di. Le meé la cabeza.  Ella se rió igual, la saludé y me fuí.

A la mañana hay que cambiarse de pañal mental. Subí a dejarle el diario a mi jefe, bajé e hice la cola como nene con la plata en la mano en la panadería. Súbitamente me hice un café con leche  en el escritorio con dos alfajores de maicena para sacarme la amargura de la mañana. Comerse unas tapitas de maicena unidas por coco rayado mezclado con dulce de leche y... ¡Salud!