jueves, 19 de julio de 2018

El voluntario.

Me los cruzo en el trabajo.  Está el nuevo del edificio y el otro que está hace años. Desde hace un mes viene personal de otras oficinas. La fusión de empresas genera movimientos como pasa en los hormigueros. Todos los tipitos están con hojas o carpetas recorriendo pasillos. Al desconocido hay que darle la bienvenida. Nunca se sabe si al que estás saludando puede ser algún día tu verdugo. Incertidumbre.
Un par de semanas atrás llamó el nuevo y habló con mi compañera. Fanny me comentó que hay un tipo de las oficinas de Palermo que quiere una entrevista con el jefe. Para qué, le pregunté. Es un relacionista público y le gustaría trabajar con nosotros, me contestó. Ella le confirmó al tipo que pase la semana que viene a partir de las diez de la mañana. Cortó. Por un segundo, Fanny se preguntó quién podría ser y se fue.
Pasa el fin de semana. El lunes a las diez y media, un señor canoso de saco y corbata a rombos entró a la oficina. El tipo me saludó con un apretón de manos acompañado con una sonrisa de  pasta dental. Me dijo que tenía una entrevista. Sí, te está esperando, le digo. El hombre golpeó la puerta e hizo señas para ver si podía entrar. Mi jefe lo dejó pasar. Con  Fanny nos pusimos a cuchichear sobre el fulano. Ella lo conoce del otro edificio, que es un aparato. Un canapé para este serpentario. Hace poco que trabajo en esta oficina y acá el que no corre, te forrea. El flaco me recuerda cuando tuve la primera entrevista con mi jefe y me mandó a trabajar al call center.
La reunión habrá durado unos veinte minutos. El trajeado salió con la expresión después de un polvo. Mi jefe lo acompañó con una mano en el hombro hasta la puerta. Tiene la sonrisa de cura de pueblo. Cuando vuelve mi jefe me pidió que le prepare un café. Me siento en el escritorio y mi compañera se rió. Es un personaje este tipo, no sabe dónde se mete, comentó. Pensé lo mismo. Pasa otra jefa de la misma área y nos preguntó, por lo bajo, quién era ese. Es de obras,  quiere trabajar acá, le dije. Hay un chico de sistemas que quiere entrar a trabajar con nosotros, tiró la mina. Quién, le pregunto. Fede, el de mantenimiento de redes. Pero si ese es un amargo, le digo. Fede también estudia relaciones públicas, me contesta. ¿En serio?, Me atajo. Los de comunicación también somos amargos. Así que ojito con lo que decís, nene. La jefa me puso a raya. Ahora, cuando lo saludo a Fede en los pasillos le sonrío. Como al otro.