viernes, 10 de marzo de 2017

Ningún engaño te hace feliz

Con el tiempo aprendí a engañarme, aunque creo que fue más por la propia soledad. No había con quien compartir mis propios cuernos. Muchas relaciones vacías y evasiones. Dejé de ver cine, escuchar música nueva y los libros me hablaban de lo mismo. Muchas contratapas sin profundizar.
Pero dejé de lado ciertos miedos cuando empezás a identificarte sin amoldarte al otro. Cuando viviste una mentira que quedaba bien para el afuera. Quizá en un principio pareció una rebeldía pero el paso del tiempo dio más razones que inexplicaciones. Como cuando te arde la garganta de reirte después de los tiempos de las lágrimas. Un dramatismo que los exasperó. Cada uno buscó lo que le fue más productivo, pese a los resultados.
Hay ciertos personajes que funcionaron como excusa, con las motivaciones sin diálogos. Te podés acostumbrar y te sale espuma por la boca. Acostado en silencio en la cama.
Antes pensaba que los ensayos no eran búsquedas, eran aburrimientos y los surfeaba con otras obligaciones y encontré el displacer. La pasaba mal. Las prácticas perdidas por elucubraciones en exceso y un minimalismo sin sentimientos. Cuando te das cuenta que dejaste de querer desde el principio. Y nos dejamos de hablar.
Un brindis por un tiempo perdido.