viernes, 27 de julio de 2018

Los indios punks

Me ponen mal las peleas. Todo el mundo quiere tener la razón y se tiene que hacer todo lo que el otro quiere pensar, hacer, decir. Y uno también se pone las botas para una guerra. Para no confrontar, nos ponemos pasivos ante las cosas y empezás a rumear. Pasa el tiempo, acumulás ira y cuando te sale es espuma de un champagne de los campeones. Se te pudre el rancho y quedan todas las esquirlas desperdigadas por la habitación.
Y después se vuelve difícil volver al estado de reposo. Aunque te pongas a respirar profundamente, se te alteran todos los sentidos y resuenan ecos del error. Un golpe a nuestro narciso que nos supura con una grieta que se abre en la tierra reseca. Las escalinatas se ponen más empinadas. Te cuesta respirar y cuando llegás otra vez venimos con el tango. Por qué no me lo dijiste antes y todos esos lugares que pasaron por alto para complacer al festejante o compañero de andanzas. El camino se volvió de ripio.
Nos ofendemos fácilmente y las relaciones públicas con el tiempo hacen que nuestro corazón se endurezca. Es un ejercicio como las digitaciones en la guitarra. Te deja las yemas de los dedos duros ante las cuerdas de acero. Lo que nos hace perder cierta sensibilidad.
Hay que seguir adelante en parte aunque los rumores de los hombres imaginarios de nuestra mente nos digan lo contrario. Cuando te das cuenta que tu sonrisa perdió su espontaneidad y se vuelve máscara. Y cuando sale de verdad te tiembla la mandíbula como abstinencia a la felicidad. Cada vez más efímera.

Nothing in My Way by Keane

miércoles, 25 de julio de 2018

viernes, 20 de julio de 2018

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Debe ser un lugar
dónde queremos
pertenecer.
Un día como hoy.

jueves, 19 de julio de 2018

El voluntario.

Me los cruzo en el trabajo.  Está el nuevo del edificio y el otro que está hace años. Desde hace un mes viene personal de otras oficinas. La fusión de empresas genera movimientos como pasa en los hormigueros. Todos los tipitos están con hojas o carpetas recorriendo pasillos. Al desconocido hay que darle la bienvenida. Nunca se sabe si al que estás saludando puede ser algún día tu verdugo. Incertidumbre.
Un par de semanas atrás llamó el nuevo y habló con mi compañera. Fanny me comentó que hay un tipo de las oficinas de Palermo que quiere una entrevista con el jefe. Para qué, le pregunté. Es un relacionista público y le gustaría trabajar con nosotros, me contestó. Ella le confirmó al tipo que pase la semana que viene a partir de las diez de la mañana. Cortó. Por un segundo, Fanny se preguntó quién podría ser y se fue.
Pasa el fin de semana. El lunes a las diez y media, un señor canoso de saco y corbata a rombos entró a la oficina. El tipo me saludó con un apretón de manos acompañado con una sonrisa de  pasta dental. Me dijo que tenía una entrevista. Sí, te está esperando, le digo. El hombre golpeó la puerta e hizo señas para ver si podía entrar. Mi jefe lo dejó pasar. Con  Fanny nos pusimos a cuchichear sobre el fulano. Ella lo conoce del otro edificio, que es un aparato. Un canapé para este serpentario. Hace poco que trabajo en esta oficina y acá el que no corre, te forrea. El flaco me recuerda cuando tuve la primera entrevista con mi jefe y me mandó a trabajar al call center.
La reunión habrá durado unos veinte minutos. El trajeado salió con la expresión después de un polvo. Mi jefe lo acompañó con una mano en el hombro hasta la puerta. Tiene la sonrisa de cura de pueblo. Cuando vuelve mi jefe me pidió que le prepare un café. Me siento en el escritorio y mi compañera se rió. Es un personaje este tipo, no sabe dónde se mete, comentó. Pensé lo mismo. Pasa otra jefa de la misma área y nos preguntó, por lo bajo, quién era ese. Es de obras,  quiere trabajar acá, le dije. Hay un chico de sistemas que quiere entrar a trabajar con nosotros, tiró la mina. Quién, le pregunto. Fede, el de mantenimiento de redes. Pero si ese es un amargo, le digo. Fede también estudia relaciones públicas, me contesta. ¿En serio?, Me atajo. Los de comunicación también somos amargos. Así que ojito con lo que decís, nene. La jefa me puso a raya. Ahora, cuando lo saludo a Fede en los pasillos le sonrío. Como al otro.

martes, 10 de julio de 2018

Localidades Agotadas


La historia ya se había escrito y como un escape de parte de los festejos, la escuché como un deseo sobre el futuro. A veces pienso que paso varios fines de año en una misma semana. Cuando te quedás suspendido en un cuarto. De alguna manera empecé a sentarme a escribir con lo que podía imaginar. Estaba solo en una habitación llena de humo de cigarrillos cuando para mí era parte de mi hábitat.
Escribí los diálogos a altas horas de la noche mientras luchaba contra mi insomnio tan habitual como los saludos que les doy a los empleados de la cafetería. Y los diálogos los había pensado desde la novela trash “La ansiedad” de Daniel Link. Una obra ensayada y ubicada en tiempos que las personas se comunicaban vía e-mail y habían diagnósticos. Académicos, literarios y médicos sobre un tiempo que ahora lidiamos con aplicaciones.
Hoy cuando me puse a escribir la postilla del día el frío no me dejaba soltar esos pensamientos que cada vez más se van separando de una ficción que armé hace nueve años. Cuando pensé que el clóset había sido un momento pasajero y terminaba de separarme de mi última novia. La famosa de los llamados. Nunca más hablé con ella. Me la crucé en la puerta de una obra de Hernán Morán y me acuerdo que todos los amigos de la época sabían a quién le estaba dando la espalda. Una chica me preguntó: ¿No se hablan? No, le dije y tuvimos un par de cruces por las redes sociales. La chica de los llamados. Ninguna diva de los teléfonos.
Cada uno tendrá su salame de su vida. A veces entre los panes. Otros como un plan fallido. Deberé aprender a que hay gente que prefiere no recordar o ponerte en el lugar nefasto en algún lugar de sus hemisferios. Me pregunto si serán los mismos que quieren ponerse en ese lugar de paladines de un progresismo que no estoy comulgando. Se puede traducir en un silencio cómplice o que nos están rajando a todos los que pensamos diferente al poder actual. Habrá que pagar el catering y el alquiler del salón. Como la habitación donde pude haber estar encerrado. Con los veladores encendidos en la madrugada. Sé que  me despidieron con una canción de Babasónicos mientras me llevaban en la ambulancia plateada y con el paso de las semanas me fueron enterrando con mis actuaciones. Cada vez más desanimadas. Para adolescentes. Fue un rito de tres meses hasta que todos se hicieron para un lado de la balanza. Puedo decir que eran tiempos muy tóxicos gritando desde las redes. Muchas de esas expresiones se fueron borrando. Como el apoyo. Algunas se colaron o fueron invitadas a reemplazar esa situación de calor agobiante de diciembre. Nunca capté la indirecta. Si no lo fue es porque no me di cuenta. O porque ya no quise más. Aunque me hayan pedido alguna devolución propia de la situación. Pensaba que los años académicos se cerraban así. Con un saudade entre los actores.
Uno recuerda como quiere o más como puede. Con los retazos que te deja el quemador de neuronas. Antes me apagaban los cigarrillos en los brazos para cuando me ponía pesado. Hoy la violencia simbólica me atraviesa entre los silencios de los países miembros de la ONU. Me están agobiando otras cosas que mi propio ombligo intolerante.

Right Where It Belongs by Nine Inch Nails