domingo, 10 de diciembre de 2017

Cada vez que los escuche como un llamado

Son canciones que tienen un recorrido. Hay un montón de sonidos que lo tienen y sin embargo me las reservo en la intimidad. Hace unos años me fui de viaje y fui encontrando otras cosas que me pasaban en mi vida. Cuando estoy solo y empiezan a remixarse con audios que me traen a la memoria. BeachBall de REM es una canción maravillosa pero a mí me trae situaciones de quiebre. Caminar en un pueblo fuera de las temporadas. Con cierto optimismo. Como me puede pasar con Luscious Jackson con Fever In Fever Out. Lo que sigue en un poco más de media hora.
Cuando empezás algo de nuevo, aunque no parezca, que no se note para levantar sospechas. Estos años empecé a ver que no se necesito de mi propia opinión para tener resultados, buenos, malos,   regulares y pobres. Parte de esta historia también lo decide otro. Aunque se queden pendientes. Encontré otras voces fuera de mi cabeza ante los inminentes finales. Vivo cada vez más afuera de mi propia casa. Un lugar dramatúrgico que se escribe en nuestra vida. Otras posturas ante el pesimismo. Una ironía afectada, como un siempre adjetivo.
Dejé en parte lo autorreferencial, porque no tiene mucho sustento. Cuánto has sufrido para contarlo se vuelve innecesario. Hay obras de teatro que se me pegaron como la canción de Marolio y con el paso del tiempo tienen otra independencia. Con sus ciclos vitales, con un aire que las sostienen solas, no necesitan del marketing. Uno puede separarse de ahí sin tanta parafernalia. Una repetición que nos acompaña como cada función a la que le pusimos agallas.
Por eso cada vez que una canción aparece como una sorpresa me dejo llevar por esos sentimientos, que me siguen por esos tiempos. La gracia, lágrimas silenciosas en el lecho.
Esas guitarras acústicas que todavía me suenan entre el ruido.

(Nice Dream) by Radiohead.