viernes, 19 de mayo de 2017

Voxes

Me puse a tocar en el tiempo libre mientras escucho canciones. Practico con covers. Trato de precisar los ritmos, armonías y digitaciones. Nunca llego a sonar como el original, aunque te compres todos los equipos que se hicieron para la grabación. Armé una lista de discos de investigación para la producción.
Ahí empezaron a aparecer algunos esbozos de otras canciones propias. Muchos de ellos los transcribí en papel para no olvidarme. Podés estar eternamente haciendo arreglos como inversiones a ver qué sale de ahí. Si pongo todo en la computadora se vuelve tedioso. No decido con cuál quedarme por lo que decidí grabar todo en crudo, sin tantas ecualizaciones y después con el demo conformado lo voy loopeando con un grabador sin mediar un software.
Probé las voces con un grabador de periodista. Me quise matar cuando escuché todo desafinado. Voy armonizando con el teclado para llegar al registro adecuado. Por eso nunca grabé tuneado.
Una vez lo hice y al escucharme por la mañana, me quise matar. Una cosa es escucharse mientras tocás y cuando oís el registro ajeno a vos se vuelve un ruido lleno de aullidos por las noches. Incorregible. Los impulsos iniciales son muy buenos pero a veces en el resultado final es poco productivo.
Un conservadurismo en la creatividad. A veces en el proceso, a veces en el resultado como el inicio de una relación llena de reglas desde un principio. Asfixiante. Al mismo tiempo estoy plagado de mañas, no todo es como vos querés que sea. Encontrar ese momento adecuado después del murmullo.
Muchas tomas para un mismo proyecto. No estoy inventando la pólvora, es una necesidad frente a lo que pasó. Conocer los propios límites sin perseguirse en el tránsito.