viernes, 21 de abril de 2017

El método Grönholm

Siempre puse en el otro mis demonios. Hasta que vi una obra en San Telmo. El infierno es el otro, decía el flyer. Una obra de Sartre. Nos pusieron unas máscaras rojas para despojarnos de la misma casa. Se nos pegoteaba.
Subimos las escaleras. Pasó la obra. Bajamos por unos tragos y hablamos con la directora. Le hice referencias a quién trabajó en la dramaturgia. Ensayamos varias veces y dije que lo conocía.
Me quedé sorprendido de la falta de un actor. Había un amigo cercano que me motivó verlo en otra circunstancia. No estuvo. Hubo una actriz que me manejó desde la cama, o mueve tanto mi memoria, a lo que buscaba en esa casa. Una voz agitada.
Me fui del lugar y me preparé para ver a quién de todos del equipo de trabajo iban a echar.
Hoy me quejo de la distancia. Cuando el espectador todavía estaba en otro lado.