viernes, 19 de agosto de 2016

Cantata de lisa a un puente amarillo

Cuerdas de acero inestables. Una en cada atmósfera, como los días. Estoy tratando de sacar algunas canciones que tienen algunos esbozos que nacieron de otros finales. Con el tiempo de escucha salen otras secuencias. Me siento, pero me voy a fumar un cigarrillo y vuelvo. No puedo.
Me abrí un vino. Con el pasar del tiempo, no puedo congeniar el sueño reparador de lo que quiero. Puede salir pero a cada paso que doy la canción, que es la misma. Estuvo guardada por mucho tiempo y me doy cuenta que hasta Paul McCartney compone canciones para emojis. Hay canciones que por el audio perdieron el sonido pero no el tiempo. Esta mañana pensaba como Robert Smith dejó los pedales chorus y se quedó con el flanger. Charly García confesó que con LSD escuchaba con ese efecto.
La guitarra me da una inmediatez que antes no tenía. No lo estoy hablando desde el lenguaje de los cuerpos, sino que puedo dejarme huellas que me dejan callos al sonar. En una dimensión verborrágica de la bronca que se martilla en una carbonilla que se parte dibujando un pentagrama imaginado.
Tengo que dejar los cuadernillos y enfrentar a los profesores con una canción que termine. De un sillón, que ahora me siento en una silla. No quiero quedar durmiendo en un piso de una alfombra persa de algo que ya no me pertenece.