sábado, 18 de junio de 2016

Cafetero como acento.

"Todos se quejan de sus papás" y no los entendía. Fue la primera terapia familiar sobre mi viejo. Quise decir en pasado que todos estaban en contra de algo que para mí en ese momento me faltaba. Mi viejo tuvo un accidente cerebrovascular en 1987. Todo lo que era brillos y lentejuelas, en mi adolescencia fueron turbias. Por otras razones.
Mi papá no se escondió. Su cabeza dijo basta ya y sin querer, se quedó en una cama. Para muchos de la familía era extraño. Mi vieja en una horas nos dijo lo que pasaba. Cinco por ciento de posibilidad de vida. No hay hielo antes de eso. Comunicar en la propia privacidad que todo nuestro regocijo se nos fue a la mierda.
Hay algo que hizo mi viejo después que lo operaron es que preguntó por su familia. El neurólogo le hizo las pruebas de reflejo. Vivió muchas noches sedado porque trató de sacarse las vendas. Mi mamá le volvió a enseñar a caminar por los pasillos del San Camilo. Y a escribir.
La primera vez que pude ver a mi papá, después de la operación, tenía los ojos en compota. Un Alí sin membresía. Mi papá se libró una batalla menos pensada. Y nos dejó a varios en KO.
Ahora cada vez que veo un mar, algo de él se desperdigó por tantos océanos.
Un hombre lleno de libros pero simple. Una casetera lista para un viaje. Una gota de sudor como lágrima.
Y pienso en los otros papás que tuvimos, sin darnos cuentos antes de irnos a dormir. El que te iba a buscar despúes del colegio y el que se acostaba temprano al lado tuyo para arrancar muy, pero muy temprano.