Desperté a las cinco de
la mañana en medio de un sueño que se borró como las marcas de las tizas en un
pizarrón. Quedaron restos de polvos que no se conectan entre las vetas sobre la superficie. Me restregué los
ojos para ver mensajes en el celular. Notificaciones, ninguna.
La noche se había
puesto dura por la falta de energía eléctrica y el cansancio que creció con los
calores nocturnos. Pero creo que fue una excusa para que salgan las faltas,
aquellas sin pensar, se fueron llenando en la bolsa sin fondo de vínculos. Lo
que la televisión y otros medios no nos lo pueden tapar. Lo que ella puso hasta que punto. Lo que hizo
él hasta este punto. La degradación de una relación que tuvo sus frutos y no
encontraron la manera de resolver diferencias, que incluso en estos
tiempos, se hicieron oídos sordos. Mientras enumeraba en la búsqueda de un
abogado que defendiese imposiciones, la tontería de un abanico sobre el diario
y los silencios. Los hombros se levantaron sin respuesta.
Una cena entre las
velas con una carne rica y tierna que las devorábamos sin disfrutar. Buscar el
salvoconducto de terminar la cena para buscar el detergente para quitar la
mugre, miserias que se llenaban con las
sobras en los tachos de la basura. Lavar, lavar las cosas para ver si en algún
momento dejen de aparecer ese futuro que se hace presente. La indiferencia nos
está matando. Preferí toda mi vida una posición condescendiente que viene de
adentro, también de afuera y nos carcome el carácter para decir un “basta por
favor”.
Me acosté lleno de
sudor en la oscuridad con el ventilador encendido adrede a la espera de algún
milagro nocturno. Me acordé en silencio que en el día me habían aconsejado
tener una pareja, alguien con quien compartir cosas sin tanta síntesis química
y la vagancia en tomar iniciativas. “Estás en edad de merecer” mientras pensaba
que todos tus patrones de acción te
observan para buscar los restos de los vicios que se supone sobrellevás en
estos últimos tiempos. Las seudonecesidades, un elíxir lleno de humo con
sonidos de una radio natural que tarareo por las noches. Trato de armonizar un
escape antes de irme a dormir. Apreté la descarga del baño y me acosté . Mi
sueño llegó nunca anunciado.
A las cinco, el ventilador
se encendió y por lo mínimo que parezca, hay pequeñas cosas que te pueden hacer
feliz. Conformismos que nos apalean la ambición pero con el tiempo son aquellos
que te mantienen despierto para buscarle una vuelta de tuerca. Eso, con los
matices de un dibujo, que en nuestra imaginación idealizamos y a la hora de un
buen día sonriente, todavía les gruñimos.