lunes, 2 de noviembre de 2015

11:11 Coral

Desperté a las cinco de la mañana en medio de un sueño que se borró como las marcas de las tizas en un pizarrón. Quedaron restos de polvos que no se conectan entre las  vetas sobre la superficie. Me restregué los ojos para ver mensajes en el celular. Notificaciones, ninguna.
La noche se había puesto dura por la falta de energía eléctrica y el cansancio que creció con los calores nocturnos. Pero creo que fue una excusa para que salgan las faltas, aquellas sin pensar, se fueron llenando en la bolsa sin fondo de vínculos. Lo que la televisión y otros medios no nos lo pueden tapar.  Lo que ella puso hasta que punto. Lo que hizo él hasta este punto. La degradación de una relación que tuvo sus frutos y no encontraron la manera de resolver diferencias, que incluso en estos tiempos, se hicieron oídos sordos. Mientras enumeraba en la búsqueda de un abogado que defendiese imposiciones, la tontería de un abanico sobre el diario y los silencios. Los hombros se levantaron sin respuesta.
Una cena entre las velas con una carne rica y tierna que las devorábamos sin disfrutar. Buscar el salvoconducto de terminar la cena para buscar el detergente para quitar la mugre,  miserias que se llenaban con las sobras en los tachos de la basura. Lavar, lavar las cosas para ver si en algún momento dejen de aparecer ese futuro que se hace presente. La indiferencia nos está matando. Preferí toda mi vida una posición condescendiente que viene de adentro, también de afuera y nos carcome el carácter para decir un “basta por favor”.
Me acosté lleno de sudor en la oscuridad con el ventilador encendido adrede a la espera de algún milagro nocturno. Me acordé en silencio que en el día me habían aconsejado tener una pareja, alguien con quien compartir cosas sin tanta síntesis química y la vagancia en tomar iniciativas. “Estás en edad de merecer” mientras pensaba  que todos tus patrones de acción te observan para buscar los restos de los vicios que se supone sobrellevás en estos últimos tiempos. Las seudonecesidades, un elíxir lleno de humo con sonidos de una radio natural que tarareo por las noches. Trato de armonizar un escape antes de irme a dormir. Apreté la descarga del baño y me acosté . Mi sueño llegó nunca anunciado.
A las cinco, el ventilador se encendió y por lo mínimo que parezca, hay pequeñas cosas que te pueden hacer feliz. Conformismos que nos apalean la ambición pero con el tiempo son aquellos que te mantienen despierto para buscarle una vuelta de tuerca. Eso, con los matices de un dibujo, que en nuestra imaginación idealizamos y a la hora de un buen día sonriente, todavía les gruñimos.