jueves, 7 de agosto de 2014

Un Trémolo Rhodes

Recién me despierto  bajo la ducha. Me caliento el agua con las noticias de fondo, con los jabones en distintas partes. Acá el sol no pega,  se te resbala y las burbujas corren por el piso. Apago el agua, seco los restos de agua de los vellos de mi sexo con el toallón. Blanco.
Busco mi traje, mi vestuario diario. Desayuno mirando restos de la noche en la computadora. Ando descalzo y me pongo el desodorante. Sin perfumes.  Me calzo entre clicks de likes y les dejo comida a mi gata. Salgo y espero en la parada. Me prendo un cigarrillo. A la espera. El Murphy cumple. Tiro el cigarrillo y subo a mi colectivo.
Encuentro un lugar con suerte, y pongo el volumen a la mitad audible. Sigo dorrmitando. Me quedo pensando sobre las calles que recorro.  El colectivo está cambiando de recorridos. Siempre sale del mismo lugar y llega a su destino. Estoy llegando tarde.
Los coletazos de un negro lindo en la pista me despierta las falanges. Tipear al aire alvesre, un qwerty musical en el aire. Lindo espectáculo mientras unos padres le sacan los cólicos a su recién nacido en el asiento de adelante. Un space oddity afroamericano que samplea los sonidos sin tecnología. Te transforma, por ese microsegundo, un espacio urbano.