miércoles, 11 de junio de 2014

El soplido de sambuca

La voz mágica
fue casual
como cantante
que se esposa
un diablo
en su hombro.
Esperó
en la pensión,
en vano.
El poto
no volvió
de la cancha.
Se garchuleó
con la trompa
que solo
un cadete
se la vió
y se quedó
con los palos
de golf en la boca.
Esperó.
La mesa
de entrada.
unas municiones
las batatitas
y labradores
que se posan
sobre los botijas

Coombes
que tuvo
mira como
miraba...

R-EU! ¿A dónde vas? ¿Qué hacés?
U- Un poco de melodía
R-B ueno, Seguí sin Legui ni Mariposa,
    que te sube la prosa.
Cortame la rima que ya te lamen el rim.
U- Ah, bueno. Bideteámelo con alibour
R- Pará con eso!!! Nada de Babieca.

(Continua)
Siempre
esperé encontrarla
en el velorio
¿Se le habrá caído
alguna lágrima o
seguirá armando
tertulias?
En el celopone GSM
todavía
tengo el teléfono
fijo de su casa
en Las Heras,
como un Asís
choreado.


El cuadro
que hago
en pedo
no lo hizo
Ian ni shock.
No tiene firma.
Era lindo a la vista,
como mapamundis
que salieron antes,
mucho antes
mucho antes
que la corbata
de Michael S
y las pelucas
de Klemm.