domingo, 25 de mayo de 2014

Goethe Doesn't Use Friends (Wish Not to Smoke)

Cuando empecé a escribir no habían límites. Las palabras hablaban solas, por sí solas. Sin vueltas. De a poco empezaron a aparecer los fonemas y las definiciones semióticas de lo que se puede escribir. Los signos de puntuación, las comas, la estructura que va deformando lo simple: "La mesa está servida".
Con el correr de los tiempos esa misma frase sostiene diferentes connotaciones. Sea el sujeto, el predicado y quien lo lea. Se lee simple pero puede ser un domingo, una previa de una relación sexual o el fin de los esquematismos de los modos de producción capitalista. "Hay exceso del absurdo", me dijo una profesora. Sí. Sabia de separarse del diario de Maruz.
Ni sé quién lo leyó. Lo esdrújulo me dejó con el mapa. Sin territorio. 
El tipo supo a quién se refería cuando escribía. Algunos se dieron cuenta. Otros como yo, somos simples lectores.  Su influencia se fue rotando de nuevas formas de conjurar un estilo. Con el miedo de lecturas, empecé a darme cuenta que muchas cosas que fueron escritas en mis blogs (Blogger, MySpace, Tumblr, Wordpress, mensajes por whatssap, etc.) se transfiguró en un tango.
Ese día, cuando escribí un futuro que me circunda desde un aviso, todo me cambió. Fue una opinión, una alerta o disparos para decirme "Peráte un momento, manito". Y paré con el mezzcal.
Se armó un remolino en el río. Dejé de mirar desde arriba. Me di cuenta que las cosas que me sucedían como en los libros de Auster tenían un sentido que me transpasaba, no me transgredía. Eran propios, ajenas y de alguna manera era una frase que tengo grabada en mi cabeza cada vez que me levanté.
Mensajes de texto, poesías, cuentos, novelas inconclusas, obras de teatro, películas que ví me llamaban la atención para decirme algo. Me quedé tieso al observarlas y observarme. Los ciclos se repetían, pasaban o uno elegía que esos momentos imaginarios o poéticos sucediesen. Yo vi al linyera de ese amor de primavera que le di pimienta para que no sea un cuento frustrado. Gay somos todos. Ahora me lo digo, confirmo y cuestiono. Miguel dejó de ser un cuento. Fuimos de verdad y nos cambiábamos al mismo tiempo en cuartos separados por un radiopasillo para que no nos viesen.
Cuando quiera contar un cuento que deje de tener elementos autobiográficos voy a salir. Solo, acompañado por alguna conexión o por algún desprevenido de mis publicaciones que quiera compartir algo con un desconocido. Salí, salgo, y parece, saldré solo. Que le manden flores a la atómica.
Cuando estuve loco, después de clases, había una caja de discos que armé para sentir el sudor o el aroma de mi mamá. El aroma de una mujer debe dispararse para los ciegos. Tenía de todo. Películas, discos, fotos, cartas, anotaciones de viajes. Una caja azul. Objetos que me sostuvieron por un lapso de tiempo para dejar el mito de los veintiocho. Cobain, se suponía que no ibas a sufrir por los demás.
Hoy a los 35 esa caja de recuerdos la perdí. Trato de armar con lo que tengo a mano para que esa caja no deje su espíritu. Downloads, disquerías especializadas. No toda la felicidad está en Internet. Busco incansablemente suplir mis falencias pasadas en mi presente para hacer un futuro más próspero. No lo conseguí y hoy sigo luchando. Creo que a todos nos pasó esta cosa en que el ketchup no tiene el sabor de la infancia. Somos polvos modificados de las poesías de Homero (Simpson)
Ahora todo se consigue. Mi caja no la voy a recuperar en originales. Cuántas fotos se han perdido en una compactadora de basura. Como mis vestuarios de teatro. Esa corbata marrón que me acompañó hasta el final de escena.Siempre busqué elementos que se parezcan. Como si las reviviese por un momento.
Reviven distinto, como esas palabras que alguna vez dije, digo, escribo y cada vez que releo me dejan suspendido en la memoria. Ahora cuando me pica algo en el cuerpo me pasa que pienso en ellxs.
Si me voy a dejar olvidar, siempre hay gente que colecciona y va a hacer de todos esos recuerdos, un día extraordinario. Mauricio Kartún hizo y hace lindos paseos como en sus obras. Y sin Lacan.
Déjese que lo relajen y disfrute un mensaje, un masaje del abrazo fraterno.